CUANDO
UN PROFUNDO SILENCIO ENVOLVÍA TODAS
LAS
COSAS Y LA NOCHE ESTABA A LA MITAD DE SU CAMINO,
TU
PALABRA OMNIPOTENTE, SEÑOR, DESCENDIÓ DE LOS CIELOS,
DESDE
TU TRONO REAL.
ALELUYA, ALELUYA.
Un día sagrado ha brillado para nosotros. Vengan, naciones, y adoren al
Señor, porque hoy ha descendido una gran luz sobre la tierra.
Aleluya.
DEL
SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS (2,
36-40)
En aquel tiempo, había una profetisa,
Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana. De joven, había
vivido siete años casada y tenía ya ochenta y cuatro años de edad. No se
apartaba del templo ni de día ni de noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones.
(Cuando José y María entraban en el templo para la presentación del niño), se
acercó Ana, dando gracias a Dios y hablando del niño a todos los que aguardaban
la liberación de Israel.
Una vez que José y María cumplieron
todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de
Nazaret. El niño iba creciendo y fortaleciéndose, se llenaba de sabiduría y la
gracia de Dios estaba con él.
Palabra del Señor.
ORACIÓN
Concédenos, Dios todopoderoso, que el nacimiento de tu Hijo en nuestra
carne mortal, nos libre de la antigua esclavitud a la que nos sometió el
pecado. Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.
ALABEN
AL SEÑOR, TODOS LOS PUEBLOS
No hay comentarios:
Publicar un comentario