CUANDO
SALISTE, SEÑOR, AL FRENTE DE TU PUEBLO
Y LE
ABRISTE CAMINO A TRAVÉS DEL DESIERTO,
LA
TIERRA SE ESTREMECIÓ
Y
HASTA LOS CIELOS SE FUNDIERON. ALELUYA.
ALELUYA, ALELUYA.
Señor Jesús, testigo fiel, primogénito de entre los muertos, tu amor
por nosotros es tan grande, que has lavado nuestras culpas con tu sangre.
Aleluya.
DEL
SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN (13,
16-20)
En aquel tiempo, después de
lavarles los pies a sus discípulos, Jesús les dijo:
“Yo les aseguro: el sirviente no
es más importante que su amo, ni el enviado es mayor que quien lo envía. Si
entienden esto y lo ponen en práctica, serán dichosos.
No lo digo por todos ustedes, porque
yo sé a quiénes he escogido. Pero esto es para que se cumpla el pasaje de la
Escritura, que dice: El que comparte mi pan me ha
traicionado. Les digo esto ahora, antes de que suceda, para que,
cuando suceda, crean que Yo soy.
Yo les aseguro: el que recibe al
que yo envío, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe al que me ha
enviado”.
PALABRA DEL SEÑOR.
ORACIÓN
Dios de inefable misericordia, que, al redimir al hombre, le otorgaste
una dignidad mayor que la que tuvo en sus orígenes, bendice a quienes te has
dignado hacernos hijos tuyos por medio del bautismo, y conserva siempre en nosotros
tu gracia. Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.
PROCLAMARÉ
SIN CESAR LA MISERICORDIA DEL SEÑOR. ALELUYA.
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