HERMANOS:
CON
EL PREGÓN SOLEMNE DE LA PASCUA, HEMOS ENTRADO YA EN LA NOCHE SANTA DE LA
RESURRECCIÓN DEL SEÑOR. ESCUCHEMOS CON RECOGIMIENTO LA PALABRA DE DIOS.
MEDITEMOS CÓMO, EN LA ANTIGUA ALIANZA, DIOS SALVÓ A SU PUEBLO Y EN LA PLENITUD
DE LOS TIEMPOS, ENVIÓ AL MUNDO A SU HIJO PARA QUE NOS REDIMIERA.
OREMOS
PARA QUE DIOS, NUESTRO PADRE, CONDUZCA A SU PLENITUD ESTA OBRA DE SALVACIÓN,
INICIADA CON LA MUERTE Y RESURRECCIÓN DE JESUCRISTO.
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DE LA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS
ROMANOS (6, 3-11)
Hermanos:
Todos los que hemos sido
incorporados a Cristo Jesús por medio del bautismo, hemos sido incorporados a
su muerte. En efecto, por el bautismo fuimos sepultados con él en su muerte,
para que, así como Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del
Padre, así también nosotros llevemos una vida nueva.
Porque, si hemos estado
íntimamente unidos a él por una muerte semejante a la suya, también lo
estaremos en su resurrección. Sabemos que nuestro viejo yo fue crucificado con
Cristo, para que el cuerpo del pecado quedara destruido, a fin de que ya no
sirvamos al pecado, pues el que ha muerto queda libre del pecado.
Por lo tanto, si hemos muerto
con Cristo, estamos seguros de que también viviremos con él; pues sabemos que
Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya nunca morirá. La muerte ya
no tiene dominio sobre él, porque al morir, murió al pecado de una vez para
siempre; y al resucitar, vive ahora para Dios. Lo mismo ustedes, considérense
muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro.
Palabra de Dios.
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SALMO 117
ALELUYA,
ALELUYA.
Te damos gracias,
Señor, porque eres bueno,
porque tu
misericordia es eterna.
Diga la casa de
Israel: “Su misericordia es eterna”.
ALELUYA,
ALELUYA.
La diestra del
Señor es poderosa, la diestra del Señor
es nuestro
orgullo. No moriré, continuaré viviendo,
para contar lo que
el Señor ha hecho.
ALELUYA,
ALELUYA.
La piedra que
desecharon los constructores,
es ahora la piedra
angular.
Esto es obra de la
mano del Señor, es un milagro patente.
ALELUYA,
ALELUYA.
-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-
DEL
SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO (28,
1-10)
Transcurrido el sábado, al
amanecer del primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a
ver el sepulcro. De pronto se produjo un gran temblor, porque el ángel del
Señor bajó del cielo y acercándose al sepulcro, hizo rodar la piedra que lo
tapaba y se sentó encima de ella. Su rostro brillaba como el relámpago y sus
vestiduras eran blancas como la nieve. Los guardias, atemorizados ante él, se
pusieron a temblar y se quedaron como muertos. El ángel se dirigió a las mujeres
y les dijo: “No teman. Ya sé que buscan a Jesús, el crucificado. No está aquí;
ha resucitado, como lo había dicho. Vengan a ver el lugar donde lo habían
puesto. Y ahora, vayan de prisa a decir a sus discípulos: ‘Ha resucitado de
entre los muertos e irá delante de ustedes a Galilea; allá lo verán’. Eso es
todo”.
Ellas se alejaron a toda prisa
del sepulcro, y llenas de temor y de gran alegría, corrieron a dar la noticia a
los discípulos. Pero de repente Jesús les salió al encuentro y las saludó. Ellas
se le acercaron, le abrazaron los pies y lo adoraron. Entonces les dijo Jesús: “No
tengan miedo. Vayan a decir a mis hermanos que se dirijan a Galilea. Allá me
verán”.
PALABRA DEL SEÑOR.
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