SEIS DÍAS ANTES DE LA PASCUA,
CUANDO EL SEÑOR ENTRÓ EN
JERUSALÉN, SALIERON LOS NIÑOS A SU
ENCUENTRO LLEVANDO EN SUS MANOS
HOJAS DE PALMERA Y GRITANDO:
HOSANNA EN EL CIELO. BENDITO TÚ,
QUE VIENES LLENO DE BONDAD Y DE
MISERICORDIA.
PUERTAS, ABRÍOS DE PAR EN PAR;
AGRANDAOS, PORTONES ETERNOS,
PORQUE VA A ENTRAR EL REY
DE LA GLORIA.
Y ¿QUIÉN ES EL REY DE LA GLORIA?
EL SEÑOR DE LOS EJÉRCITOS ES EL
REY
DE LA GLORIA. HOSANNA EN EL CIELO.
BENDITO TÚ, QUE VIENES LLENO DE
BONDAD Y DE MISERICORDIA.
HONOR Y GLORIA A TI, SEÑOR JESÚS.
Cristo se humilló por nosotros y por
obediencia aceptó incluso la muerte y una muerte de cruz. Por eso Dios lo
exaltó sobre todas las cosas y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre.
Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
SEGÚN SAN MATEO (26, 14—27,
66)
C. En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas
Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdotes y les dijo:
S. “¿Cuánto me dan si les entregó a Jesús?”
C. Ellos quedaron en darle treinta monedas de plata. Y
desde ese momento andaba buscando una oportunidad para entregárselo.
C. El primer día de la fiesta de los panes Azimos, los
discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron:
S. “¿Dónde quieres que te preparemos la cena de
Pascua?”
C. El respondió:
†. “Vayan a la ciudad, a casa de fulano y díganle: ‘El
Maestro dice: Mi hora está ya cerca. Voy a celebrar la Pascua con mis
discípulos en tu casa’ ”.
C. Ellos hicieron lo que Jesús les había ordenado y
prepararon la cena de Pascua.
C. Al atardecer, se sentó a la mesa con los Doce, y
mientras cenaban, les dijo:
†. “Yo les aseguro que uno de ustedes va a
entregarme”.
C. Ellos se pusieron muy tristes y comenzaron a
preguntarle uno por uno:
S. “¿Acaso soy yo, Señor?”
C. El respondió:
†. “El que moja su pan en el mismo plato que yo, ése
va a entregarme. Porque el Hijo del hombre va a morir, como está escrito de él;
pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre va a ser entregado! Más le
valiera a ese hombre no haber nacido”.
C. Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar:
S. “¿Acaso soy yo, Maestro?”
C. Jesús le respondió:
†. “Tú lo has dicho”.
C. Durante la cena, Jesús tomó un pan, y pronunciada la
bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo:
†. “Tomen y coman. Este es mi Cuerpo”.
C. Luego tomó en sus manos una copa de vino, y
pronunciada la acción de gracias, la pasó a sus discípulos, diciendo:
†. “Beban todos de ella, porque ésta es mi Sangre, Sangre
de la nueva alianza, que será derramada por todos, para el perdón de los
pecados. Les digo que ya no beberé más del fruto de la vid, hasta el día en que
beba con ustedes el vino nuevo en el Reino de mi Padre”.
C. Después de haber cantado el himno, salieron hacia el
monte de los Olivos. Entonces Jesús les dijo:
†. “Todos ustedes se van a escandalizar de mí esta
noche, porque está escrito: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño. Pero después de que yo
resucite, iré delante de ustedes a
Galilea”.
C. Entonces Pedro le replicó:
S. “Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me
escandalizaré”.
C. Jesús le dijo:
†. “Yo te aseguro que esta misma noche, antes de que
el gallo cante, me habrás negado tres veces”.
C. Pedro le replicó:
S. “Aunque tenga que morir contigo, no te negaré”.
C. Y lo mismo dijeron todos los discípulos.
C. Entonces Jesús fue con ellos a un lugar llamado Getsemaní
y dijo a los discípulos:
†. “Quédense aquí mientras yo voy a orar más allá”.
C. Se llevó consigo a Pedro y a los dos hijos de
Zebedeo y comenzó a sentir tristeza y angustia. Entonces les dijo:
†. “Mi alma está llena de una tristeza mortal.
Quédense aquí y velen conmigo”.
C. Avanzó unos pasos más, se postró rostro en tierra y
comenzó a orar, diciendo:
†. “Padre mío, si es posible, que pase de mí este
cáliz; pero que no se haga como yo quiero, sino como quieres tú”.
C. Volvió entonces a donde estaban los discípulos y los
encontró dormidos. Dijo a Pedro:
†. “¿No han podido velar conmigo ni una hora? Velen y
oren, para no caer en la tentación, porque el espíritu está pronto, pero la
carne es débil”.
C. Y alejándose de nuevo, se puso a orar, diciendo:
†. “Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que
yo lo beba, hágase tu voluntad”.
C. Después volvió y encontró a sus discípulos otra vez
dormidos, porque tenían los ojos cargados de sueño. Los dejó y se fue a orar de
nuevo, por tercera vez, repitiendo las mismas palabras. Después de esto, volvió
a donde estaban los discípulos y les dijo:
†. “Duerman ya y descansen. He aquí que llega la hora
y el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levántense!
¡Vamos! Ya está aquí el que me va a entregar”.
C. Todavía estaba hablando Jesús, cuando llegó Judas,
uno de los Doce, seguido de una chusma numerosa con espadas y palos, enviada
por los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo. El que lo iba a entregar les
había dado esta señal:
S. “Aquel a quien yo le dé un beso, ése es.
Aprehéndanlo”.
C. Al instante se acercó a Jesús y le dijo:
S. “¡Buenas noches, Maestro!”
C. Y lo besó. Jesús le dijo:
†. “Amigo, ¿es esto a lo que has venido?”
C. Entonces se acercaron a Jesús, le echaron mano y lo apresaron.
Uno de los que estaban con Jesús, sacó la espada,
hirió a un criado del sumo sacerdote y le cortó una oreja. Le dijo entonces Jesús:
†. “Vuelve la espada a su lugar, pues quien usa la
espada, a espada morirá. ¿No crees que si yo se lo pidiera a mi Padre, él
pondría ahora mismo a mi disposición más de doce legiones de ángeles? Pero,
¿cómo se cumplirían entonces las Escrituras, que dicen que así debe suceder?”
C. Enseguida dijo Jesús a aquella chusma:
†. “¿Han salido ustedes a apresarme como a un
bandido, con espadas y palos? Todos los días yo enseñaba, sentado en el templo,
y no me aprehendieron. Pero todo esto ha sucedido para que se cumplieran las predicciones
de los profetas”.
C. Entonces todos los discípulos lo abandonaron y huyeron.
C. Los que aprehendieron a Jesús lo llevaron a la casa
del sumo sacerdote Caifás, donde los escribas y los ancianos estaban reunidos.
Pedro los fue siguiendo de lejos hasta el palacio del sumo sacerdote. Entró y
se sentó con los criados para ver en qué paraba aquello. Los sumos sacerdotes y
todo el sanedrín andaban buscando un falso testimonio contra Jesús, con ánimo
de darle muerte; pero no lo encontraron, aunque se presentaron muchos testigos falsos.
Al fin llegaron dos, que dijeron:
S. “Este dijo: ‘Puedo derribar el templo de Dios y
reconstruirlo en tres días’ ”.
C. Entonces el sumo sacerdote se levantó y le dijo:
S. “¿No respondes nada a lo que éstos atestiguan en
contra tuya?”
C. Como Jesús callaba, el sumo sacerdote le dijo:
S. “Te conjuro por el Dios vivo a que nos digas si tú
eres el Mesías, el Hijo de Dios”.
C. Jesús le respondió:
†. “Tú lo has dicho. Además, yo les declaro que
pronto verán al Hijo del hombre, sentado a la derecha de Dios, venir sobre las nubes
del cielo”.
C. Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras y
exclamó:
S. “¡Ha blasfemado! ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos?
Ustedes mismos han oído la blasfemia. ¿Qué les parece?”
C. Ellos respondieron:
S. “Es reo de muerte”.
C. Luego comenzaron a escupirle en la cara y a darle de
bofetadas. Otros lo golpeaban, diciendo:
S. “Adivina quién es el que te ha pegado”.
C. Entretanto, Pedro estaba fuera, sentado en el patio.
Una criada se le acercó y le dijo:
S. “Tú también estabas con Jesús, el galileo”.
C. Pero él lo negó ante todos, diciendo:
S. “No sé de qué me estás hablando”.
C. Ya se iba hacia el zaguán, cuando lo vio otra criada
y dijo a los que estaban ahí:
S. “También ése andaba con Jesús, el nazareno”.
C. El de nuevo lo negó con juramento:
S. “No conozco a ese hombre”.
C. Poco después se acercaron a Pedro los que estaban
ahí y le dijeron:
S. “No cabe duda de que tú también eres de ellos, pues
hasta tu modo de hablar te delata”.
C. Entonces él comenzó a echar maldiciones y a jurar
que no conocía a aquel hombre. Y en aquel momento cantó el gallo. Entonces se
acordó Pedro de que Jesús había dicho: ‘Antes de que cante el gallo, me habrás
negado tres veces’. Y saliendo de ahí se soltó a llorar amargamente.
C. Llegada la mañana, todos los sumos sacerdotes y los ancianos
del pueblo celebraron consejo contra Jesús para darle muerte. Después de
atarlo, lo llevaron ante el procurador, Poncio Pilato, y se lo entregaron. Entonces
Judas, el que lo había entregado, viendo que Jesús había sido condenado a
muerte, devolvió arrepentido las treinta monedas de plata a los sumos
sacerdotes y a los ancianos, diciendo:
S. “Pequé, entregando la sangre de un inocente”.
C. Ellos dijeron:
S. “¿Y a nosotros qué nos importa? Allá tú”.
C. Entonces Judas arrojó las monedas de plata en el
templo, se fue y se ahorcó.
C. Los sumos sacerdotes tomaron las monedas de plata y dijeron:
S. “No es lícito juntarlas con el dinero de las
limosnas, porque son precio de sangre”.
C. Después de deliberar, compraron con ellas el Campo del
alfarero, para sepultar ahí a los extranjeros. Por eso aquel campo se llama
hasta el día de hoy “Campo de sangre”. Así se cumplió lo que dijo el profeta Jeremías:
Tomaron
las treinta monedas de plata en que fue tasado aquel a quien pusieron precio
algunos hijos de Israel, y las dieron por el Campo del alfarero, según lo que
me ordenó el Señor.
C. Jesús compareció ante el procurador, Poncio Pilato,
quien le preguntó:
S. “¿Eres tú el rey de los judíos?”
C. Jesús respondió:
†. “Tú lo has dicho”.
C. Pero nada respondió a las acusaciones que le hacían los
sumos sacerdotes y los ancianos. Entonces le dijo Pilato:
S. “¿No oyes todo lo que dicen contra ti?”
C. Pero él nada respondió, hasta el punto de que el procurador
se quedó muy extrañado. Con ocasión de la fiesta de la Pascua, el procurador solía
conceder a la multitud la libertad del preso que quisieran. Tenían entonces un
preso famoso, llamado Barrabás. Dijo, pues, Pilato a los ahí reunidos:
S. “¿A quién quieren que les deje en libertad: a
Barrabás o a Jesús, que se dice el Mesías?”
C. Pilato sabía que se lo habían entregado por envidia.
Estando él sentado en el tribunal, su mujer mandó decirle:
S. “No te metas con ese hombre justo, porque hoy he sufrido
mucho en sueños por su causa”.
C. Mientras tanto, los sumos sacerdotes y los ancianos convencieron
a la muchedumbre de que pidieran la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús. Así,
cuando el procurador les preguntó:
S. “¿A cuál de los dos quieren que les suelte?”,
C. ellos respondieron:
S. “A Barrabás”.
C. Pilato les dijo:
S. “¿Y qué voy a hacer con Jesús, que se dice el
Mesías?”
C. Respondieron todos:
S. “Crucifícalo”.
C. Pilato preguntó:
S. “Pero, ¿qué mal ha hecho?”
C. Mas ellos seguían gritando cada vez con más fuerza:
S. “¡Crucifícalo!”
C. Entonces Pilato, viendo que nada conseguía y que
crecía el tumulto, pidió agua y se lavó las manos ante el pueblo, diciendo:
S. “Yo no me hago responsable de la muerte de este
hombre justo. Allá ustedes”.
C. Todo el pueblo respondió:
S. “¡Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre
nuestros hijos!”
C. Entonces Pilato puso en libertad a Barrabás. En
cambio a Jesús lo hizo azotar y lo entregó para que lo crucificaran.
C. Los soldados del procurador llevaron a Jesús al pretorio
y reunieron alrededor de él a todo el batallón. Lo desnudaron, le echaron
encima un manto de púrpura, trenzaron una corona de espinas y se la pusieron en
la cabeza; le pusieron una caña en su mano derecha, y arrodillándose ante él, se
burlaban diciendo:
S. “¡Viva el rey de los judíos!”,
C. y le escupían. Luego, quitándole la caña, lo
golpeaban con ella en la cabeza. Después de que se burlaron de él, le quitaron
el manto, le pusieron sus ropas y lo llevaron a crucificar.
C. Al salir, encontraron a un hombre de Cirene, llamado
Simón, y lo obligaron a llevar la cruz. Al llegar a un lugar llamado Gólgota,
es decir, “Lugar de la Calavera”, le dieron a beber a Jesús vino mezclado con
hiel; él lo probó, pero no lo quiso beber. Los que lo crucificaron se
repartieron sus vestidos, echando suertes, y se quedaron sentados ahí para
custodiarlo. Sobre su cabeza pusieron por escrito la causa de su condena: ‘Este
es Jesús, el rey de los judíos’. Juntamente con él, crucificaron a dos
ladrones, uno a su derecha y el otro a su izquierda.
C. Los que pasaban por ahí lo insultaban moviendo la
cabeza y gritándole:
S. “Tú, que destruyes el templo y en tres días lo reedificas,
sálvate a ti mismo; si eres el Hijo de Dios, baja de la cruz”.
C. También se burlaban de él los sumos sacerdotes, los escribas
y los ancianos, diciendo:
S. “Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí
mismo. Si es el rey de Israel, que baje de la cruz y creeremos en él. Ha puesto
su confianza en Dios, que Dios lo salve ahora, si es que de verdad lo ama, pues
él ha dicho: ‘Soy el Hijo de Dios’ ”.
C. Hasta los ladrones que estaban crucificados a su
lado lo injuriaban.
C. Desde el mediodía hasta las tres de la tarde, se
oscureció toda aquella tierra. Y alrededor de las tres, Jesús exclamó con fuerte
voz:
†. “Elí, Elí, ¿lemá sabactaní?”,
C. que quiere decir: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me
has abandonado?” Algunos de los presentes, al oírlo, decían:
S. “Está llamando a Elías”.
C. Enseguida uno de ellos fue corriendo a tomar una esponja,
la empapó en vinagre y sujetándola a una caña, le ofreció de beber. Pero los
otros le dijeron:
S. “Déjalo. Vamos a ver si viene Elías a salvarlo”.
C. Entonces Jesús, dando de nuevo un fuerte grito,
expiró.
C. Entonces el velo del templo se rasgó en dos partes, de
arriba a abajo, la tierra tembló y las rocas se partieron. Se abrieron los
sepulcros y resucitaron muchos justos que habían muerto, y después de la
resurrección de Jesús, entraron en la ciudad santa y se aparecieron a mucha
gente. Por su parte, el oficial y los que estaban con él custodiando a Jesús,
al ver el terremoto y las cosas que ocurrían, se llenaron de un gran temor y
dijeron:
S. “Verdaderamente éste era hijo de Dios”.
C. Estaban también allí, mirando desde lejos, muchas de
las mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirlo. Entre ellas
estaban María Magdalena, María, la madre de Santiago y de José, y la madre de
los hijos de Zebedeo.
C. Al atardecer, vino un hombre rico de Arimatea,
llamado José, que se había hecho también discípulo de Jesús. Se presentó a
Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús, y Pilato dio orden de que se lo
entregaran. José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia y lo depositó
en un sepulcro nuevo, que había hecho excavar en la roca para sí mismo. Hizo
rodar una gran piedra hasta la entrada del sepulcro y se retiró. Estaban ahí
María Magdalena y la otra María, sentadas frente al sepulcro.
C. Al otro día, el siguiente de la preparación de la
Pascua, los sumos sacerdotes y los fariseos se reunieron ante Pilato y le dijeron:
S. “Señor, nos hemos acordado de que ese impostor, estando
aún en vida, dijo: ‘A los tres días resucitaré’. Manda, pues, asegurar el sepulcro
hasta el tercer día; no sea que vengan sus discípulos, lo roben y digan luego
al pueblo: ‘Resucitó de entre los muertos’, porque esta última impostura sería
peor que la primera”.
C. Pilato les dijo:
S. “Tomen un pelotón de soldados, vayan y aseguren el
sepulcro como ustedes quieran”.
C. Ellos fueron y aseguraron el sepulcro, poniendo un
sello sobre la puerta y dejaron ahí la guardia.
PALABRA DEL SEÑOR.
ORACIÓN
Dios todopoderoso y eterno, que
has querido entregarnos como ejemplo de humildad a Cristo, nuestro salvador,
hecho hombre y clavado en una cruz, concédenos vivir según las enseñanzas de su
pasión, para participar con él, un día, de su gloriosa resurrección. Por
Jesucristo nuestro Señor.
Amén.
DIOS
MÍO, DIOS MÍO,
¿POR
QUÉ ME HAS ABANDONADO?
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