PADRE
NUESTRO MISERICORDIOSO,
SANTIFICA
Y PROTEGE SIEMPRE A ESTA FAMILIA TUYA,
POR
CUYA SALVACIÓN DERRAMÓ SU SANGRE
Y
RESUCITÓ GLORIOSO JESUCRISTO, TU HIJO.
EL
CUAL VIVE Y REINA POR LOS SIGLOS DE LOS SIGLOS.
AMÉN.
HONOR Y GLORIA A TI, SEÑOR JESÚS.
Cristo se humilló por nosotros y por obediencia aceptó incluso la
muerte y una muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó sobre todas las cosas y le
otorgó el nombre que está sobre todo nombre.
Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
† PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO, SEGÚN
SAN JUAN (18, 1—19, 42)
C. En aquel tiempo, Jesús
fue con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto,
y entraron allí él y sus discípulos. Judas, el traidor, conocía también el
sitio, porque Jesús se reunía a menudo allí con sus discípulos. Entonces Judas
tomó un batallón de soldados y guardias de los sumos sacerdotes y de los
fariseos y entró en el huerto con linternas, antorchas y armas. Jesús, sabiendo
todo lo que iba a suceder, se adelantó y les dijo:
†. “¿A quién buscan?”
C. Le contestaron:
S. “A Jesús, el
nazareno”.
C. Les dijo Jesús:
†. “Yo soy”.
C. Estaba también con ellos
Judas, el traidor. Al decirles ‘Yo soy’, retrocedieron y cayeron a tierra.
Jesús les volvió a preguntar:
†. “¿A quién buscan?”
C. Ellos dijeron:
S. “A Jesús, el
nazareno”.
C. Jesús contestó:
†. “Les he dicho que soy
yo. Si me buscan a mí, dejen que éstos se vayan”.
C. Así se cumplió lo que
Jesús había dicho: ‘No he perdido a ninguno de los que me diste’. Entonces
Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió a un criado del sumo sacerdote
y le cortó la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco. Dijo entonces Jesús
a Pedro:
†. “Mete la espada en la
vaina. ¿No voy a beber el cáliz que me ha dado mi Padre?”
C. El batallón, su
comandante y los criados de los judíos apresaron a Jesús, lo ataron y lo
llevaron primero ante Anás, porque era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel
año. Caifás era el que había dado a los judíos este consejo: ‘Conviene que
muera un solo hombre por el pueblo’. Simón Pedro y otro discípulo iban
siguiendo a Jesús. Este discípulo era conocido del sumo sacerdote y entró con
Jesús en el palacio del sumo sacerdote, mientras Pedro se quedaba fuera, junto
a la puerta. Salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló con
la portera e hizo entrar a Pedro. La portera dijo entonces a Pedro:
S. “¿No eres tú también
uno de los discípulos de ese hombre?”
C. El dijo:
S. “No lo soy”.
C. Los criados y los
guardias habían encendido un brasero, porque hacía frío, y se calentaban.
También Pedro estaba con ellos de pie, calentándose. El sumo sacerdote
interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de su doctrina. Jesús le contestó:
†. “Yo he hablado
abiertamente al mundo y he enseñado continuamente en la sinagoga y en el templo,
donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada a escondidas. ¿Por qué me interrogas
a mí? Interroga a los que me han oído, sobre lo que les he hablado. Ellos saben
lo que he dicho”.
C. Apenas dijo esto, uno de
los guardias le dio una bofetada a Jesús, diciéndole:
S. “¿Así contestas al
sumo sacerdote?”
C. Jesús le respondió:
†. “Si he faltado al
hablar, demuestra en qué he faltado; pero si he hablado como se debe, ¿por qué
me pegas?”
C. Entonces Anás lo envió
atado a Caifás, el sumo sacerdote.
C. Simón Pedro estaba de
pie, calentándose, y le dijeron:
S. “¿No eres tú también
uno de sus discípulos?”
C. El lo negó diciendo:
S. “No lo soy”.
C. Uno de los criados del sumo
sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le había cortado la oreja, le dijo:
S. “¿Qué no te vi yo con
él en el huerto?”
C. Pedro volvió a negarlo y
enseguida cantó un gallo.
C. Llevaron a Jesús de casa
de Caifás al pretorio. Era muy de mañana y ellos no entraron en el palacio para
no incurrir en impureza y poder así comer la cena de Pascua. Salió entonces
Pilato a donde estaban ellos y les dijo:
S. “¿De qué acusan a este
hombre?”
C. Le contestaron:
S. “Si éste no fuera un malhechor,
no te lo hubiéramos traído”.
C. Pilato les dijo:
S. “Pues llévenselo y
júzguenlo según su ley”.
C. Los judíos le
respondieron:
S. “No estamos
autorizados para dar muerte a nadie”.
C. Así se cumplió lo que
había dicho Jesús, indicando de qué muerte iba a morir. Entró otra vez Pilato
en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo:
S. “¿Eres tú el rey de
los judíos?”
C. Jesús le contestó:
†. “¿Eso lo preguntas por
tu cuenta o te lo han dicho otros?”
C. Pilato le respondió:
S. “¿Acaso soy yo judío? Tu
pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué es lo que has hecho?”
C. Jesús le contestó:
†. “Mi Reino no es de
este mundo. Si mi Reino fuera de este mundo, mis servidores habrían luchado
para que no cayera yo en manos de los judíos. Pero mi Reino no es de aquí”.
C. Pilato le dijo:
S. “¿Conque tú eres rey?”
C. Jesús le contestó:
†. “Tú lo has dicho. Soy
rey. Yo nací y vine al mundo para ser testigo de la verdad. Todo el que es de
la verdad, escucha mi voz”.
C. Pilato le dijo:
S. “¿Y qué es la verdad?”
C. Dicho esto, salió otra
vez a donde estaban los judíos y les dijo:
S. “No encuentro en él ninguna
culpa. Entre ustedes es costumbre que por Pascua ponga en libertad a un preso. ¿Quieren
que les suelte al rey de los judíos?”
C. Pero todos ellos
gritaron:
S. “¡No, a ése no! ¡A
Barrabás!”
C. (El tal Barrabás era un bandido).
C. Entonces Pilato tomó a Jesús
y lo mandó azotar. Los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron
en la cabeza, le echaron encima un manto color púrpura, y acercándose a él, le
decían:
S. “¡Viva el rey de los
judíos!”,
C. y le daban de bofetadas.
Pilato salió otra vez afuera y les dijo:
S. “Aquí lo traigo para
que sepan que no encuentro en él ninguna culpa”.
C. Salió, pues, Jesús, llevando
la corona de espinas y el manto color púrpura. Pilato les dijo:
S. “Aquí está el hombre”.
C. Cuando lo vieron los
sumos sacerdotes y sus servidores, gritaron:
S. “¡Crucifícalo,
crucifícalo!”
C. Pilato les dijo:
S. “Llévenselo ustedes y crucifíquenlo,
porque yo no encuentro culpa en él”.
C. Los judíos le
contestaron:
S. “Nosotros tenemos una
ley y según esa ley tiene que morir, porque se ha declarado Hijo de Dios”.
C. Cuando Pilato oyó estas palabras,
se asustó aún más, y entrando otra vez en el pretorio, dijo a Jesús:
S. “¿De dónde eres tú?”
C. Pero Jesús no le
respondió. Pilato le dijo entonces:
S. “¿A mí no me hablas?
¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y autoridad para crucificarte?”
C. Jesús le contestó:
†. “No tendrías ninguna autoridad
sobre mí, si no te la hubieran dado de lo alto. Por eso, el que me ha entregado
a ti tiene un pecado mayor”.
C. Desde ese momento Pilato
trataba de soltarlo, pero los judíos gritaban:
S. “¡Si sueltas a ése, no
eres amigo del César!; porque todo el que pretende ser rey, es enemigo del
César”.
C. Al oír estas palabras, Pilato
sacó a Jesús y lo sentó en el tribunal, en el sitio que llaman “el Enlosado”
(en hebreo Gábbata). Era el día de la preparación de la Pascua, hacia el
mediodía. Y dijo Pilato a los judíos:
S. “Aquí tienen a su
rey”.
C. Ellos gritaron:
S. “¡Fuera, fuera!
¡Crucifícalo!”
C. Pilato les dijo:
S. “¿A su rey voy a
crucificar?”
C. Contestaron los sumos sacerdotes:
S. “No tenemos más rey
que el César”.
C. Entonces se lo entregó
para que lo crucificaran.
C. Tomaron a Jesús y él, cargando
con la cruz, se dirigió hacia el sitio llamado “la Calavera” (que en hebreo se
dice Gólgota), donde lo crucificaron, y con él a otros dos, uno de cada lado, y
en medio Jesús. Pilato mandó escribir un letrero y ponerlo encima de la cruz; en
él estaba escrito: ‘Jesús el nazareno, el rey de los judíos’. Leyeron el
letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús
y estaba escrito en hebreo, latín y griego. Entonces los sumos sacerdotes de
los judíos le dijeron a Pilato:
S. “No escribas: ‘El rey
de los judíos’, sino: ‘Este ha dicho: Soy rey de los judíos’”.
C. Pilato les contestó:
S. “Lo escrito, escrito
está”.
C. Cuando crucificaron a Jesús,
los soldados cogieron su ropa e hicieron cuatro partes, una para cada soldado, y
apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de
arriba a abajo. Por eso se dijeron:
S. “No la rasguemos, sino
echemos suertes para ver a quién le toca”.
C. Así se cumplió lo que
dice la Escritura: Se repartieron mi ropa y echaron a suerte mi túnica. Y eso hicieron los soldados.
C. Junto a la cruz de Jesús
estaban su madre, la hermana de su madre, María la de Cleofás, y María
Magdalena. Al ver a su madre y junto a ella al discípulo que tanto quería,
Jesús dijo a su madre:
†. “Mujer, ahí está tu
hijo”.
C. Luego dijo al discípulo:
†. “Ahí está tu madre”.
C. Y desde entonces el discípulo
se la llevó a vivir con él.
C. Después de esto,
sabiendo Jesús que todo había llegado a su término, para que se cumpliera la
Escritura dijo:
†. “Tengo sed”.
C. Había allí un jarro
lleno de vinagre. Los soldados sujetaron una esponja empapada en vinagre a una
caña de hisopo y se la acercaron a la boca. Jesús probó el vinagre y dijo:
†. “Todo está cumplido”,
C. e inclinando la cabeza, entregó
el espíritu.
C. Entonces, los judíos,
como era el día de la preparación de la Pascua, para que los cuerpos de los
ajusticiados no se quedaran en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un
día muy solemne, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y los quitaran
de la cruz. Fueron los soldados, le quebraron las piernas a uno y luego al otro
de los que habían sido crucificados con él. Pero al llegar a Jesús, viendo que
ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le
traspasó el costado con una lanza e inmediatamente salió sangre y agua. El que
vio da testimonio de esto y su testimonio es verdadero y él sabe que dice la
verdad, para que también ustedes crean. Esto sucedió para que se cumpliera lo
que dice la Escritura: No le quebrarán ningún hueso; y en otro lugar la Escritura dice: Mirarán al que
traspasaron.
Después de esto, José de
Arimatea, que era discípulo de Jesús, pero oculto por miedo a los judíos, pidió
a Pilato que lo dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. El
fue entonces y se llevó el cuerpo. Llegó también Nicodemo, el que había ido a
verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mezcla de mirra y áloe. Tomaron
el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en lienzos con esos aromas, según se acostumbra
enterrar entre los judíos. Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y
en el huerto, un sepulcro nuevo, donde nadie había sido enterrado todavía. Y
como para los judíos era el día de la preparación de la Pascua y el sepulcro
estaba cerca, allí pusieron a Jesús.
Palabra del Señor.
Envía, Señor, tu bendición
sobre estos fieles tuyos que han conmemorado la muerte de tu Hijo y esperan
resucitar con él; concédeles tu perdón y tu consuelo, fortalece su fe y
condúcelos a su eterna salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
SEÑOR,
ESCUCHA LAS SÚPLICAS DE TU IGLESIA
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