CUANDO EL SEÑOR ENTRÓ
EN
JERUSALÉN, SALIERON
LOS NIÑOS A SU
ENCUENTRO LLEVANDO EN
SUS MANOS
HOJAS DE PALMERA Y
GRITANDO:
HOSANNA EN EL CIELO.
BENDITO TÚ,
QUE VIENES LLENO DE
BONDAD Y DE
MISERICORDIA.
PUERTAS, ABRÍOS DE PAR
EN PAR;
AGRANDAOS, PORTONES
ETERNOS,
PORQUE VA A ENTRAR EL
REY
DE LA GLORIA.
Y ¿QUIÉN ES EL REY DE
LA GLORIA?
EL SEÑOR DE LOS
EJÉRCITOS ES EL REY
DE LA GLORIA. HOSANNA
EN EL CIELO.
BENDITO TÚ, QUE VIENES
LLENO DE
BONDAD Y DE MISERICORDIA.
HONOR Y GLORIA A
TI, SEÑOR JESÚS.
Cristo
se humilló por nosotros y por obediencia aceptó incluso la muerte y una muerte
de cruz. Por eso Dios lo exaltó sobre todas las cosas y le otorgó el nombre que
está sobre todo nombre.
Honor y
gloria a ti, Señor Jesús.
PASIÓN
DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
SEGÚN
SAN LUCAS (22, 14—23, 56)
C. Llegada la hora de
cenar, se sentó Jesús con sus discípulos y les dijo:
†. “Cuánto he deseado
celebrar esta Pascua con ustedes, antes de padecer, porque yo les aseguro que
ya no la volveré a celebrar, hasta que tenga cabal cumplimiento en el Reino de
Dios”.
C. Luego tomó en sus manos
una copa de vino, pronunció la acción de gracias y dijo:
†. “Tomen esto y
repártanlo entre ustedes, porque les aseguro que ya no volveré a beber del
fruto de la vid hasta que venga el Reino de Dios”.
†. “Esto es mi cuerpo,
que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía”.
C. Después de cenar, hizo
lo mismo con una copa de vino, diciendo:
†. “Esta copa es la nueva
alianza, sellada con mi sangre, que se derrama por ustedes”.
†. “Pero miren: la mano
del que me va a entregar está conmigo en la mesa. Porque el Hijo del hombre va
a morir, según lo decretado; pero ¡ay de aquel hombre por quien será
entregado!”
C. Ellos empezaron a
preguntarse unos a otros quién de ellos podía ser el que lo iba a traicionar.
C. Después los discípulos
se pusieron a discutir sobre cuál de ellos debería ser considerado como el más
importante. Jesús les dijo:
†. “Los reyes de los
paganos los dominan, y los que ejercen la autoridad se hacen llamar
bienhechores. Pero ustedes no hagan eso, sino todo lo contrario: que el mayor
entre ustedes actúe como si fuera el menor, y el que gobierna, como si fuera un
servidor. Porque, ¿quién vale más, el que está a la mesa o el que sirve?
¿Verdad que es el que está a la mesa? Pues yo estoy en medio de ustedes como el
que sirve. Ustedes han perseverado conmigo en mis pruebas, y yo les voy a dar
el Reino, como mi Padre me lo dio a mí, para que coman y beban a mi mesa en el
Reino, y se siente cada uno en un trono, para juzgar a las doce tribus de Israel”.
C. Luego añadió:
†. “Simón, Simón, mira
que Satanás ha pedido permiso para zarandearlos como trigo; pero yo he orado
por ti, para que tu fe no desfallezca; y tú, una vez convertido, confirma a tus
hermanos”.
C. Él le contestó:
S. “Señor, estoy dispuesto
a ir contigo incluso a la cárcel y a la muerte”.
C. Jesús le replicó:
†. “Te digo, Pedro, que
hoy, antes de que cante el gallo, habrás negado tres veces que me conoces”.
C. Después les dijo a todos
ellos:
†. “Cuando los envié sin
provisiones, sin dinero ni sandalias, ¿acaso les faltó algo?”
C. Ellos contestaron:
S. “Nada”.
C. El añadió:
†. “Ahora, en cambio, el
que tenga dinero o provisiones, que los tome; y el que no tenga espada, que
venda su manto y compre una. Les aseguro que conviene que se cumpla esto que
está escrito de mí: Fue contado entre los malhechores, porque se acerca el
cumplimiento de todo lo que se refiere a mí”.
C. Ellos le dijeron:
S. “Señor, aquí hay dos
espadas”.
C. El les contestó:
†. “¡Basta ya!”
C. Salió Jesús, como de
costumbre, al monte de los Olivos y lo acompañaron los discípulos. Al llegar a
ese sitio, les dijo:
†. “Oren, para no caer en
la tentación”.
C. Luego se alejó de ellos
a la distancia de un tiro de piedra y se puso a orar de rodillas, diciendo:
†. “Padre, si quieres,
aparta de mí esta amarga prueba; pero que no se haga mi voluntad, sino la
tuya”.
C. Se le apareció entonces
un ángel para confortarlo; él, en su angustia mortal, oraba con mayor
insistencia, y comenzó a sudar gruesas gotas de sangre, que caían hasta el suelo.
Por fin terminó su oración, se levantó, fue hacia sus discípulos y los encontró
dormidos por la pena. Entonces les dijo:
†. “¿Por qué están
dormidos? Levántense y oren para no caer en la tentación”.
C. Todavía estaba hablando,
cuando llegó una turba encabezada por Judas, uno de los Doce, quien se acercó a
Jesús para besarlo. Jesús le dijo:
†. “Judas, ¿con un beso
entregas al Hijo del hombre?”
C. Al darse cuenta de lo
que iba a suceder, los que estaban con él dijeron:
S. “Señor, ¿los atacamos
con la espada?”
C. Y uno de ellos hirió a
un criado del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha. Jesús intervino,
diciendo:
†. “¡Dejen! ¡Basta!”
C. Le tocó la oreja y lo
curó. Después Jesús dijo a los sumos sacerdotes, a los encargados del templo y
a los ancianos que habían venido a arrestarlo:
†. “Han venido a
aprehenderme con espadas y palos, como si fuera un bandido. Todos los días he
estado con ustedes en el templo y no me echaron mano. Pero ésta es su hora y la
del poder de las tinieblas”.
C. Ellos lo arrestaron, se
lo llevaron y lo hicieron entrar en la casa del sumo sacerdote. Pedro los
seguía desde lejos. Encendieron fuego en medio del patio, se sentaron alrededor
y Pedro se sentó también con ellos. Al verlo sentado junto a la lumbre, una
criada se le quedó mirando y dijo:
S. “Este también estaba
con él”.
C. Pero él lo negó
diciendo:
S. “No lo conozco,
mujer”.
C. Poco después lo vio otro
y le dijo:
S. “Tú también eres uno
de ellos”.
C. Pedro replicó:
S. “¡Hombre, no lo soy!”
C. Y como después de una
hora, otro insistió:
S. “Sin duda que éste
también estaba con él, porque es galileo”.
C. Pedro contestó:
S. “¡Hombre, no sé de qué
hablas!”
C. Todavía estaba hablando,
cuando cantó un gallo. El Señor, volviéndose, miró a Pedro. Pedro se acordó
entonces de las palabras que el Señor le había dicho: ‘Antes de que cante el
gallo, me negarás tres veces’, y saliendo de allí se soltó a llorar
amargamente.
C. Los hombres que
sujetaban a Jesús se burlaban de él, le daban golpes, le tapaban la cara y le
preguntaban:
S. “¿Adivina quién te ha pegado?”
C. Y proferían contra él muchos
insultos.
C. Al amanecer se reunió el
consejo de los ancianos con los sumos sacerdotes y los escribas. Hicieron
comparecer a Jesús ante el sanedrín y le dijeron:
S. “Si tú eres el Mesías,
dínoslo”.
C. El les contestó:
†. “Si se lo digo, no lo
van a creer, y si les pregunto, no me van a responder. Pero ya desde ahora, el
Hijo del hombre está sentado a la derecha de Dios todopoderoso”.
C. Dijeron todos:
S. “Entonces, ¿tú eres el
Hijo de Dios?”
C. El les contestó:
†. “Ustedes mismos lo han
dicho: sí lo soy”.
C. Entonces ellos dijeron:
S. “¿Qué necesidad
tenemos ya de testigos? Nosotros mismos lo hemos oído de su boca”.
C. El consejo de los
ancianos, con los sumos sacerdotes y los escribas, se levantaron y llevaron a
Jesús ante Pilato.
C. Entonces comenzaron a acusarlo,
diciendo:
S. “Hemos comprobado que éste
anda amotinando a nuestra nación y oponiéndose a que se pague tributo al César
y diciendo que él es el Mesías rey”.
C. Pilato preguntó a Jesús:
C. El le contesto:
†. “Tú lo has dicho”.
C. Pilato dijo a los sumos sacerdotes
y a la turba:
S. “No encuentro ninguna culpa
en este hombre”.
C. Ellos insistían con más fuerza,
diciendo:
S. “Solivianta al pueblo enseñando
por toda Judea, desde Galilea hasta aquí”.
C. Al oír esto, Pilato
preguntó si era galileo, y al enterarse de que era de la jurisdicción de
Herodes, se lo remitió, ya que Herodes estaba en Jerusalén precisamente por
aquellos días.
C. Herodes, al ver a Jesús,
se puso muy contento, porque hacía mucho tiempo que quería verlo, pues había
oído hablar mucho de él y esperaba presenciar algún milagro suyo. Le hizo
muchas preguntas, pero él no le contestó ni una palabra. Estaban ahí los sumos sacerdotes
y los escribas, acusándolo sin cesar. Entonces Herodes, con su escolta, lo trató
con desprecio y se burló de él, y le mandó poner una vestidura blanca. Después
se lo remitió a Pilato. Aquel mismo día se hicieron amigos Herodes y Pilato,
porque antes eran enemigos.
C. Pilato convocó a los
sumos sacerdotes, a las autoridades y al pueblo, y les dijo:
S. “Me han traído a este hombre,
alegando que alborota al pueblo; pero yo lo he interrogado delante de ustedes y
no he encontrado en él ninguna de las culpas de que lo acusan. Tampoco Herodes,
porque me lo ha enviado de nuevo. Ya ven que ningún delito digno de muerte se
ha probado. Así pues, le aplicaré un escarmiento y lo soltaré”.
C. Con ocasión de la
fiesta, Pilato tenía que dejarles libre a un preso. Ellos vociferaron en masa,
diciendo:
S. “¡Quita a ése!
¡Suéltanos a Barrabás!”
C. A éste lo habían metido en
la cárcel por una revuelta acaecida en la ciudad y un homicidio. Pilato volvió
a dirigirles la palabra, con la intención de poner en libertad a Jesús; pero
ellos seguían gritando:
S. “¡Crucifícalo,
crucifícalo!”
C. El les dijo por tercera
vez:
S. “¿Pues qué ha hecho de
malo? No he encontrado en él ningún delito que merezca la muerte; de modo que
le aplicaré un escarmiento y lo soltaré”.
C. Pero ellos insistían,
pidiendo a gritos que lo crucificara. Como iba creciendo el griterío, Pilato decidió
que se cumpliera su petición; soltó al que le pedían, al que había sido
encarcelado por revuelta y homicidio, y a Jesús se lo entregó a su arbitrio.
C. Mientras lo llevaban a
crucificar, echaron mano a un cierto Simón de Cirene, que volvía del campo, y
lo obligaron a cargar la cruz, detrás de Jesús. Lo iba siguiendo una gran multitud
de hombres y mujeres, que se golpeaban el pecho y lloraban por él. Jesús se
volvió hacia las mujeres y les dijo:
†. “Hijas de Jerusalén,
no lloren por mí; lloren por ustedes y por sus hijos, porque van a venir días
en que se dirá: ‘¡Dichosas las estériles y los vientres que no han dado a luz y
los pechos que no han criado!’ Entonces dirán a los montes: ‘Desplómense sobre nosotros’,
y a las colinas: ‘Sepúltennos’, porque si así tratan al árbol verde, ¿qué
pasará con el seco?”
C. Conducían, además, a dos
malhechores, para ajusticiarlos con él. Cuando llegaron al lugar llamado “la
Calavera”, lo crucificaron allí, a él y a los malhechores, uno a su derecha y
el otro a su izquierda. Jesús decía desde la cruz:
†. “Padre, perdónalos,
porque no saben lo que hacen”.
C. Los soldados se
repartieron sus ropas, echando suertes.
C. El pueblo estaba
mirando. Las autoridades le hacían muecas, diciendo:
S. “A otros ha salvado;
que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el elegido”.
C. También los soldados se
burlaban de Jesús, y acercándose a él, le ofrecían vinagre y le decían:
S. “Si tú eres el rey de
los judíos, sálvate a ti mismo”.
C. Había, en efecto, sobre
la cruz, un letrero en griego, latín y hebreo, que decía: “Este es el rey de
los judíos”.
C. Uno de los malhechores crucificados
insultaba a Jesús, diciéndole:
S. “Si tú eres el Mesías,
sálvate a ti mismo y a nosotros”.
C. Pero el otro le
reclamaba, indignado:
S. “¿Ni siquiera temes tú
a Dios estando en el mismo suplicio? Nosotros justamente recibimos el pago de
lo que hicimos. Pero éste ningún mal ha hecho”.
C. Y le decía a Jesús:
S. “Señor, cuando llegues
a tu Reino, acuérdate de mí”.
C. Jesús le respondió:
†. “Yo te aseguro que hoy
estarás conmigo en el paraíso”.
C. Era casi el mediodía, cuando
las tinieblas invadieron toda la región y se oscureció el sol hasta las tres de
la tarde. El velo del templo se rasgó a la mitad. Jesús, clamando con voz potente,
dijo:
†. “¡Padre, en tus manos encomiendo
mi espíritu!”
C. Y dicho esto, expiró.
C. El oficial romano, al
ver lo que pasaba, dio gloria a Dios, diciendo:
S. “Verdaderamente este hombre
era justo”.
C. Toda la muchedumbre que
había acudido a este espectáculo, mirando lo que ocurría, se volvió a su casa dándose
golpes de pecho. Los conocidos de Jesús se mantenían a distancia, lo mismo que
las mujeres que lo habían seguido desde Galilea, y permanecían mirando todo aquello.
C. Un hombre llamado José, consejero
del sanedrín, hombre bueno y justo, que no había estado de acuerdo con la decisión
de los judíos ni con sus actos, que era natural de Arimatea, ciudad de Judea, y
que aguardaba el Reino de Dios, se presentó ante Pilato para pedirle el cuerpo
de Jesús. Lo bajó de la cruz, lo envolvió en una sábana y lo colocó en un
sepulcro excavado en la roca, donde no habían puesto a nadie todavía. Era el
día de la Pascua y ya iba a empezar el sábado. Las mujeres que habían seguido a
Jesús desde Galilea acompañaron a José para ver el sepulcro y cómo colocaban el
cuerpo. Al regresar a su casa, prepararon perfumes y ungüentos, y el sábado guardaron reposo, conforme al
mandamiento.
Palabra del
Señor.
ORACIÓN
Dios
todopoderoso y eterno, que has querido entregarnos como ejemplo de humildad a
Cristo, nuestro salvador, hecho hombre y clavado en una cruz, concédenos vivir
según las enseñanzas de su pasión, para participar con él, un día, de su
gloriosa resurrección. Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.
PADRE
QUE NO SE HAGA MI VOLUNTAD, SINO LA TUYA
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