La Fe... Nuestra fuerza para vivir...

El fruto del silencio es la oración. El fruto de la oración es la fe. El fruto de la fe es el amor. El fruto del amor es el servicio. El fruto del servicio es la paz. (Madre Teresa de Calcuta)
La fe se refiere a cosas que no se ven, y la esperanza, a cosas que no están al alcance de la mano. (Santo Tomás de Aquino)
La fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve"

jueves, 4 de octubre de 2012

TRANSITO DE SAN FRANCISCO DE ASÍS


Información de Fray. Tomás Gálvez, ofm.

¡BIENVENIDA LA HERMANA MUERTE!

Un día el médico Buongiovanni, amigo suyo, forzado por el Santo a decir la verdad, le confesó sin rodeos que su mal era incurable y que moriría a finales de septiembre o, todo lo más, a primeros de octubre. Oído lo cual, exclamó: ¡Bienvenida mi hermana muerte!. También un fraile, tal vez fray Elías, le comunicó su próxima partida y, para preparar su ánimo, le dijo que su muerte, aunque dolorosa para los hermanos y para muchísimas personas, para él supondría un gozo infinito, el descanso de sus fatigas y la mayor de las riquezas. Y lo invitó a dar a todos ejemplo de serenidad y gozo. La respuesta de Francisco fue llamar a fray Ángel y fray León y ponerse a cantar el Cántico del hermano Sol, al que le añadió una nueva estrofa, que decía: Alabado seas, mi Señor, por nuestra hermana muerte corporal, de la que ningún hombre vivo puede escapar. ¡Ay de los que morirán en pecado mortal! ¡Dichosos los que encontrará en tu santísima voluntad, pues la muerte segunda no le hará mal.

PIDE SER TRASLADADO A LA PORCIÚNCULA

Desde entonces pedía a diario a sus compañeros que le cantasen el Cántico, para amortiguar el sufrimiento y edificación de los que hacían la guardia cada noche en torno a la casa del obispo. A Elías no le pareció prudente tal comportamiento, temiendo que ellos se escandalizaran, pensando que, en vez de cantar, tendría que estar llorando sus pecados, de modo que le propuso el traslado a la Porciúncula, donde no estaría rodeados de seglares. Francisco le recordó a Elías que hasta dos años antes lo había hecho así, pero que, desde que el Señor en San Damián le aseguró el Reino, ya sólo sentía ganas de cantar alabanzas en medio de las tribulaciones.

BENDICE LA CIUDAD DE ASÍS

Lunes 28 o martes 29 de septiembre 1226: Los hermanos trasladaron a Francisco a Santa María en una camilla, acompañados de muchos asisanos. Al llegar al hospital de San Salvador de las Paredes (Casa Gualdi) quiso bendecir la ciudad de Asís, con estas palabras: Señor, creo que esta ciudad fue en otro tiempo guarida y refugio de gente mala e injusta, mal vista en toda la región. Mas por tu abundante misericordia, en el tiempo que tú has querido, veo que le has manifestado el derroche de tu bondad, de manera que se ha convertido en refugio y morada de los que te conocen y glorifican tu nombre y difunden el perfume de una vida santa, de una recta doctrina y de una buena reputación en todo el pueblo cristiano. Te ruego, por tanto, Señor Jesucristo, padre de misericordia, que no mires nuestra ingratitud, sino que te acuerdes sólo de la abundante misericordia que le has manifestado. Que esta ciudad sea tierra y morada de los que te conocen y glorifican tu nombre bendito y glorioso por los siglos de los siglos. Amén.

MURIÓ CANTANDO Y BENDICIENDO AL SEÑOR

Los pocos días que faltaban para su tránsito al Padre los empleó en la alabanza, animando a los suyos a hacer lo mismo. Sabiendo que la muerte estaba cada vez más cercana, llamó a fray León y a fray Ángel y les mandó cantar con gozo y en voz alta, una vez más, el Cántico del hermano Sol. Él, mientras tanto, entonó como pudo el salmo 142: A voz en grito clamo al Señor, a voz en grito suplico al Señor; desahogo ante él mis afanes, expongo ante él mi angustia, mientras me va faltando el aliento... A sus compañeros les había advertido: Cuando me veáis a punto de expirar, ponedme desnudo en el suelo, como anteayer, y dejadme yacer así, muerto, el tiempo que se tarda en recorrer una milla (algo así como una hora).

COMO UNA ESTRELLA

Al anochecer del sábado 3 de octubre, a pesar de haber ya obscurecido, las alondras seguían revoloteando alrededor de la casa donde Francisco yacía moribundo. A los presentes les pareció la señal de que había llegado el momento. Le faltaban dos o tres meses para cumplir 45 años. Había segundo al Señor durante más de 20 y los dos últimos los vivió crucificado y gravemente enfermo. Uno de los muchos hermanos presentes vio su alma elevarse como una estrella, grande cuanto la luna y brillante como el sol, sobre una nubecilla blanca. Muy lejos de allí, en el sur de Italia, fray Agustín de Asís moría a la misma hora, exclamando:¡Espérame, padre, espérame, que me voy contigo!. Otro fraile lo vio vestido de diácono y seguido de un cortejo de personas que le preguntaban: ¿No es ese Francisco?", ¿No es Cristo?, y el fraile a todos respondía que sí, pues a todos les parecía la misma persona. También el obispo Guido, ausente de Asís por una peregrinación, lo vio en sueños que le decía: Mira, padre, dejo el mundo y me voy a Cristo.

Texto tomado de TRADICIÓN Y DEVOCIÓN EN GUATEMALA

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