VI LA
CIUDAD SANTA, LA NUEVA JERUSALÉN,
QUE
BAJABA DEL CIELO, DE DONDE ESTABA AL LADO DE DIOS,
ENGALANADA
COMO UNA NOVIA QUE SE ADORNA PARA SU ESPOSO.
ALELUYA, ALELUYA.
He elegido y santificado este lugar, dice el Señor, para que siempre
habite ahí mi nombre.
Aleluya.
DEL
SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN (2, 13-22)
Cuando se acercaba la Pascua de los judíos, Jesús
llegó a Jerusalén y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y
palomas, y a los cambistas con sus mesas. Entonces hizo un látigo de cordeles y
los echó del templo, con todo y sus ovejas y bueyes; a los cambistas les volcó
las mesas y les tiró al suelo las monedas; y a los que vendían palomas les
dijo: “Quiten todo de aquí y no conviertan en un mercado la casa de mi Padre”.
En ese momento, sus discípulos se acordaron de lo que
estaba escrito: El celo de tu casa me devora.
Después intervinieron los judíos para preguntarle:
“¿Qué señal nos das de que tienes autoridad para actuar así?” Jesús les
respondió: “Destruyan este templo y en tres días lo reconstruiré”. Replicaron
los judíos: “Cuarenta y seis años se ha llevado la construcción del templo, ¿y
tú lo vas a levantar en tres días?”
Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Por eso,
cuando resucitó Jesús de entre los muertos, se acordaron sus discípulos de que
había dicho aquello y creyeron en la Escritura y en las palabras que Jesús
había dicho.
Palabra del Señor.
ORACIÓN
Señor, tú que
edificas con piedras vivas y escogidas el templo eterno de tu gloria, derrama
sobre tu Iglesia los dones del Espíritu Santo, para que tu pueblo fiel llegue
un día a transformarse en la Jerusalén celestial. Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.
UN
RÍO ALEGRA A LA CIUDAD DE DIOS
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