ALÉGRATE,
JERUSALÉN, Y TODOS LOS QUE LA AMÁIS, REUNÍOS.
REGOCIJAOS
CON ELLA TODOS LOS QUE PARTICIPABAIS
DE SU
DUELO Y QUEDARÉIS SACIADOS
CON
LA ABUNDANCIA DE SUS CONSUELOS.
HONOR Y GLORIA A TI, SEÑOR JESÚS
Yo soy la luz del mundo, dice el Señor; el que me sigue tendrá la luz
de la vida.
Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
DEL
SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN (9,
1-41)
En aquel tiempo, Jesús vio al pasar
a un ciego de nacimiento, y sus discípulos le preguntaron: “Maestro, ¿quién
pecó para que éste naciera ciego, él o sus padres?” Jesús respondió: “Ni él
pecó, ni tampoco sus padres. Nació así para que en él se manifestaran las obras
de Dios. Es necesario que yo haga las obras del que me envió, mientras es de
día, porque luego llega la noche y ya nadie puede trabajar. Mientras esté en el
mundo, yo soy la luz del mundo”.
Dicho esto, escupió en el
suelo, hizo lodo con la saliva, se lo puso en los ojos al ciego y le dijo: “Ve a
lavarte en la piscina de Siloé” (que significa ‘Enviado’). El fue, se lavó y
volvió con vista.
Entonces los vecinos y los que
lo habían visto antes pidiendo limosna, preguntaban: “¿No es éste el que se
sentaba a pedir limosna?” Unos decían: “Es el mismo”. Otros: “No es él, sino que
se le parece”. Pero él decía: “Yo soy”. Y le preguntaban: “Entonces, ¿cómo se
te abrieron los ojos?” El les respondió: “El hombre que se llama Jesús hizo lodo,
me lo puso en los ojos y me dijo: ‘Ve a Siloé y lávate’. Entonces fui, me lavé
y comencé a ver”. Le preguntaron: “¿En dónde está él?” Les contestó: “No lo
sé”.
Llevaron entonces ante los fariseos
al que había sido ciego. Era sábado el día en que Jesús hizo lodo y le abrió
los ojos. También los fariseos le preguntaron cómo había adquirido la vista. El
les contestó: “Me puso lodo en los ojos, me lavé y veo”. Algunos de los
fariseos comentaban: “Ese hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado”.
Otros replicaban: “¿Cómo puede un pecador hacer semejantes prodigios?” Y había
división entre ellos. Entonces volvieron a preguntarle al ciego: “Y tú, ¿qué
piensas del que te abrió los ojos?” El les contestó: “Que es un profeta”.
Pero los judíos no creyeron que
aquel hombre, que había sido ciego, hubiera recobrado la vista. Llamaron, pues,
a sus padres y les preguntaron: “¿Es éste su hijo, del que ustedes dicen que
nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?” Sus padres contestaron: “Sabemos que éste
es nuestro hijo y que nació ciego. Cómo es que ahora ve o quién le haya dado la
vista, no lo sabemos. Pregúntenselo a él; ya tiene edad suficiente y responderá
por sí mismo”. Los padres del que había sido ciego dijeron esto por miedo a los
judíos, porque éstos ya habían convenido en expulsar de la sinagoga a quien
reconociera a Jesús como el Mesías. Por eso sus padres dijeron: ‘Ya tiene edad;
pregúntenle a él’.
Llamaron de nuevo al que había
sido ciego y le dijeron: “Da gloria a Dios. Nosotros sabemos que ese hombre es pecador”.
Contestó él: “Si es pecador, yo no lo sé; sólo sé que yo era ciego y ahora
veo”. Le preguntaron otra vez: “¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos?” Les
contestó: “Ya se lo dije a ustedes y no me han dado crédito. ¿Para qué quieren
oírlo otra vez? ¿Acaso también ustedes quieren hacerse discípulos suyos?” Entonces
ellos lo llenaron de insultos y le dijeron: “Discípulo de ése lo serás tú.
Nosotros somos discípulos de Moisés. Nosotros sabemos que a Moisés le habló
Dios. Pero ése, no sabemos de dónde viene”.
Replicó aquel hombre: “Es curioso
que ustedes no sepan de dónde viene y, sin embargo, me ha abierto los ojos. Sabemos
que Dios no escucha a los pecadores, pero al que lo teme y hace su voluntad, a
ése sí lo escucha. Jamás se había oído decir que alguien abriera los ojos a un
ciego de nacimiento. Si éste no viniera de Dios, no tendría ningún poder”. Le
replicaron: “Tú eres puro pecado desde que naciste, ¿cómo pretendes darnos lecciones?”
Y lo echaron fuera.
Supo Jesús que lo habían echado
fuera, y cuando lo encontró, le dijo: “¿Crees tú en el Hijo del hombre?” El
contestó: “¿Y quién es, Señor, para que yo crea en él?” Jesús le dijo: “Ya lo
has visto; el que está hablando contigo, ése es”. El dijo: “Creo, Señor”. Y postrándose,
lo adoró. Entonces le dijo Jesús: “Yo he venido a este mundo para que se definan
los campos: para que los ciegos vean, y los que ven queden ciegos”. Al oír
esto, algunos fariseos que estaban con él preguntaron: “¿Entonces, también
nosotros estamos ciegos?” Jesús les contestó: “Si estuvieran ciegos, no
tendrían pecado; pero como dicen que ven, siguen en su pecado”.
PALABRA DEL SEÑOR.
ORACIÓN
Dios nuestro, que has reconciliado contigo a la humanidad entera por
medio de tu Hijo, concede al pueblo cristiano prepararse con fe viva y entrega
generosa a celebrar las fiestas de la Pascua. Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.
EL
SEÑOR ES MI PASTOR, NADA ME FALTARÁ
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